Dios te echa de menos

Hubo una ocasión en la que el Señor me habló muy claramente del gran desierto que es el mundo. Estaba con un amigo en la calle y en frente de donde estábamos había un hombre que él conocía. Éste jugaba a una tragaperras típica de los bares y por lo visto antes no era así, se encontró con un problema de ludopatía. Pues bien, mi amigo me comentaba que le daba pena verlo así y utilizó una frase que no se me olvidará:

“¡Qué pena me da verlo así, desperdicia todo lo que tiene, si tiene algo, en una cosa que no merece la pena!”.

Me quedé perplejo porque así ve Dios a cualquier persona que no tiene a Cristo en su espíritu. Tengo que decir que cuando empecé a buscar a Dios y conversaba con Cristo, mis perspectivas sobre la vida cambiaron. Me di cuenta de que no tenía nada sin Él, ya que todo le pertenece.

Atardecer-en-la-Bahia-de-Malaga-a20147356Por poner un ejemplo muy básico y pequeño, ¿Os gusta una tarde al sol en una playa bonita con vuestros amigos, una tarde agradable y feliz? ¿De donde salió la playa y la vida de vuestros amigos, y la brisa, y el sol, y todo? Sí algún día morimos y no le tenemos a Él, no tenemos nada.

Este mundo es un gran desierto, un cruel teatro, el cual te mantiene luchando y preocupado sin una meta valiosa de verdad. En primer lugar no me daba cuenta de que mi futuro no se puede medir en años sino en el día que vivo o el mismo presente. ¿Qué puede ser más importante que estar más cerca de aquel que me dio la vida? No me refiero a conocerlo con mi mente sino a ser uno con Él en todo ya que a Cristo no se le puede estudiar sino vivir. ¿Cuántas cosas conocemos de Él? Las que nos han contado. Incluso el hablar de Cristo puede llegar a ser aburrido si lo que conoces de Él es a una figura de madera, o el material que sea, clavada en una cruz. Si crees que estar con Él será una mochila a tu espalda llena de obligaciones. ¡No, eso es religión! Cristo no solo murió, también resucitó. ¿Imposible de creer? Pues el que se acerque a Él de corazón verá que no.

Mirad que habló Jesús acerca de los afanes de la vida, de vivir cegados por este mundo que nos consume:

Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Más él le dijo: Hombre, ¿Quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; Repósate, come, bebe, regocíjate.Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?

Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios (Lucas 12:13-21).

Como puede leerse el Señor enfatizaba la avaricia, la cuál procede de un mundo teatral que nos enseña que para llenar nuestro ser necesitamos muchos bienes. Cuando se refiere a bienes, no solo se refiere al dinero o al patrimonio. Existe una definición muy clara de lo que es un bien, “cualquier cosa que satisfaga una necesidad”.

Por poner un ejemplo usemos el caso de una pareja que decide adquirir un viaje a un lugar muy bonito al que tenían muchas ganas de ir. Al mismo tiempo la relación entre ellos está un poco fría y desesperanzada, por lo que deciden, sin comentarse el verdadero problema que tienen, hacer el viaje. El bien aquí es el viaje y la necesidad es que la relación entre ellos está próxima a acabarse e intentan usar algo que les ayude. Al final hacen su viaje y se encuentran con una profunda tristeza porque su problema es interior y no puede remendarse con una “tirita”. Cuando regresan intentan disimular su vacío mientras piensan en qué solución tomar. Pueden tomar muchas alternativas, pueden seguir usando nuevas tiritas, o bienes; quizás uno de los dos considera que su problema es que la pareja es equivocada y por tanto la cambiará por otra persona como el que cambia de vehículo. Esto unido a los demás problemas de la vida, golpes duros, vicios, enfermedades, etc… acabará hundiendo a una persona hacia un lugar muy oscuro de tristeza, depresión, cuyo final es una muerte sin esperanza.

No quiero ser tan trágico, no tiene por qué tener este final, pero lo que sí es cierto es que puede pasar.

Dios sabe que no somos perfectos y que somos débiles, aunque creamos lo contrario. Nuestro Padre, al que aún no conocemos, ha venido a ayudarnos y a darnos vida en el espíritu; quiere hablarnos con sus labios cosas muy grandes que no conocemos y que no se pueden comprender con la mente, sino con Su Espíritu en nuestro espíritu.

Sí creemos que los bienes son nuestras soluciones, lo que haremos durante toda nuestra vida será usar tiritas a nuestra necesidad. Estas tiritas se envejecen pronto y no nos sirven. Buscaremos otras y así una cosa tras otra, un coche, un doctorado, una nueva novia/o, apartamento, trabajo, etc. No estoy diciendo que esas cosas no las necesitamos pero el error está en pensar que nuestro problema es que son nuestra verdadera necesidad. El “bien” que Dios nos da es Él mismo y se da a nosotros completamente, con todo lo que posee, que es Todo. Hablará con nosotros porque nos anhela, tú le podrás preguntar todo lo que quieras porque lo sabe todo y para Él todas las personas son un gran tesoro. “Porque de tal manera amó Dios al mundo (a ti), que ha dado a su Hijo unigénito (Jesucristo), para que todo aquél que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Cada día que toques Su corazón te darás cuenta poco a poco que es ilimitado, que es nuevo cada día para ti y que siempre tienen algo para que lo disfrutes. Te darás cuenta de lo Glorioso que es, no volverás a ver a nadie tan sabio, ni tan glorioso, ni tan… Verás lo enorme, potente, dulce, justo, bonito y paciente que será contigo, te darás cuenta de que Sus pensamientos son tan distintos, los nuestros están a un nivel muy bajo y los Suyos son inescrutables. Lo mejor de todo es que son para ti porque su deseo es dárnoslo todo. ¿Para qué pues, si vas comprobando esto, vas a seguir preocupándote por lo demás si todo es tuyo? ¿A quién vas a envidiar si el más alto de todos es para ti?

Dijo luego a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido. Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta.

lirio de cerca¿No valéis vosotros más que las aves? ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿Por qué os afanáis por lo demás? Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aún Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.

Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿Cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Más buscad el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. ( Lucas 12:22-31).

Mirad qué respuesta a todas nuestras inquietudes con una promesa de Dios al que le obedece. “Mas buscad el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Bueno, alguien podría preguntar ¿Y cómo se hace eso? Yo le diría que no lo sé, que mejor que se lo preguntes a Él.

En Su palabra pone un requisito en Juan 3:3-6:

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De Cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

¿Cómo pues se nace de nuevo, del Espíritu? En Romanos 10:9-10 dice:

Que sí confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu

corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Mi experiencia, en este aspecto, fue como nunca la esperé.

Un día de verano estaba en una barbacoa por la noche con unos amigos y aunque estaba feliz con ellos, dentro de mí faltaba algo y a la misma vez necesitaba ayuda porque no me gustaba la dirección que estaba llevando mi vida. Jugábamos con un balón que no era mío y mira por donde lo tuve que embarcar en unas lonas muy grandes que servían para dar sombra durante el día.

Era imposible bajarlo de allí, todos intentábamos bajarlo golpeando desde abajo con otros balones para que cayera, pero aunque le diéramos la lona era muy grande y volvía a caer al centro de la misma. El dueño del balón se enfadó conmigo porque últimamente le estaba fastidiando con cosas así. Este no era mi problema, ni mucho menos, pero ahora entenderéis porqué lo cuento.

Por lo tanto, como estaba ya fatal por otras cosas, me senté un poco apartado de ellos en un bordillo mirando al río Guadalquivir mientras intentaban bajar el balón. Ese fue la primera vez que hablé con el Señor con total sinceridad y sabiendo que me escuchaba. Le dije a Dios que me perdonara todo lo que pudiera haberle ofendido de mí y que necesitaba que me ayudara porque mi corazón estaba en oscuridad, aunque pareciera feliz a los ojos de la gente. Más cosas le dije, pero eso es algo entre él y yo.

Pues bien, ni me metió un capón, ni me rechazó, ni se quedó esa conversación en el aire. Justamente cuando volvía de aquello me encontré a mi amigo enfadado conmigo y le dije que sentía mucho tener siempre que fastidiarlo, que de verdad no quería hacerlo. En ese momento, mientras los demás intentaban bajar el balón, vino un pequeño viento, pequeño por su duración, pero tan fuerte que revolvió toda la lona y el balón cayó. No estoy a favor de conocer a Dios a través de los milagros, ni de cosas fantasiosas, pero en ese momento me confirmó que me había escuchado. A partir de que hice aquello, todo en mi vida empezaba a cambiar y veía su cuidado alrededor de mí. Con el paso del tiempo me he dado cuenta, cuando miro atrás, que todo estaba en sus manos, hasta los problemas; que todo tenía un sentido y que cuando te das cuenta del porqué de las cosas te puedo decir con total franqueza, y Dios sabe que no miento, que te alegra tanto que no hay resentimiento hacia Él sino que empiezas a darte cuenta de que merece mucho la pena conocerlo. Ahora mismo para mí, aunque hay muchos bienes en mi vida y sigo usando “tiritas” sé que mi mayor anhelo es nuestro Padre, Él es lo que necesito profundamente. Sí leéis los evangelios os daréis cuenta de que Jesús sólo quería mostrarnos al Padre y Su Reino. No hay nada mayor en este universo para el hombre.

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Salomón fue un rey en Jerusalén, cuya sabiduría era mayor que nadie de los que han estado en esta tierra (exceptuando a Cristo) y su riqueza fue enorme, en aquella época no había guerra en la tierra y todos los reyes le traían presentes. Vivió sus años en paz. Dijo que no había dicho que no a nada de lo que deseaban sus ojos, tuvo 1000 mujeres, mucha gente a su alrededor, mucha gloria para él, pero mirad que reflexión tuvo de todo aquello que vivió:

Eclesiastés 1:2 “vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

Sí queremos llegar a esta triste realidad, aunque ni si quiera podríamos llegar a vivir todo lo que este hombre vivió, esta será nuestra cruel conclusión.

Prefiero vivir lo que Dios quiere darme antes que dejarme llevar por los deseos de mi corazón ya que he comprobado que son espejismos en este desierto.

ITN