Quiénes somos

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Somos cristianos: Creemos que Dios hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, que es Señor del cielo y de la tierra, y que no habita en templos hechos por manos humanas (Hechos 17:24), antes bien Él desea habitar en el hombre.

Él mismo se hizo carne en Jesucristo, y habitó entre los hombres (Juan 1:14), tomó forma de siervo, y se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:6-8).

En la cruz, Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; fue sepultado, y resucitó al tercer día (1 Corintios 15:3-5).

Cristo ha resucitado de los muertos y hoy Él es el Espíritu que da la vida (1 Corintios 15:20, 45). Dios le ha exaltado hasta lo sumo y le ha dado un nombre que es sobre todo nombre, para que todo el que confiese que Jesucristo es el Señor sea salvo (Filipenses 2:9-11).

Por medio de nuestra fe en Su nombre, nos ha hecho renacer para una esperanza viva (1 Pedro 1:3), Su vida nos ha regenerado y nos ha hecho Sus hijos, participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4).
Cristo ha venido para darnos vida y para dárnosla en abundancia (Juan 10:10). Ser cristiano no es sólo una creencia sino un vivir, vivir la vida de Cristo. La Escritura, la Palabra de Dios, nos dice : “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo; mas vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a si mismo por mí” (Gálatas 2:20).
La vida cristiana es una carrera con una meta muy alta. No pretendemos haberla ya alcanzado, ni somos perfectos; pero una cosa hacemos: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndonos a lo que está delante, proseguimos a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:12-14).

Este llamamiento no es solo individual, tiene como meta que Cristo sea la Cabeza de la iglesia, Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:17-23). Él quiere una morada en esta tierra, un edificio bien coordinado, cuya principal piedra del ángulo es Jesucristo mismo y que vaya creciendo como un templo santo y en el que nosotros también seamos juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu (Ef. 2:20-22).

Por último, Dios quiere que esta iglesia gloriosa tenga una expresión visible y unida en cada ciudad (Apocalipsis 1:11), donde de una manera práctica, Él pueda mostrar Su reino.