Cristo en las Escrituras – Génesis – El Principio

 

Cristo en las Escrituras – Génesis

Cristo – El Principio

 

La Biblia comienza diciendo así: “En el principio creo Dios”.

Es fascinante ver que ya en las primeras palabras de este libro maravilloso podemos ver a nuestro Señor Jesucristo.

Colosenses nos dice que Él es el Principio: «Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia (Col. 1:17-18)

Antes de que existieran las cosas era Él. Y el Principio de todo también es Él, para que en todo tenga Él la preeminencia.

Por Él como principio fueron creadas todas las cosas: “Las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1.16). ¡¡¡Aleluya!!!

El evangelio de Juan también nos habla del Verbo divino, Jesucristo, que era en el principio: “Estaba con Dios, y era Dios. El mismo era en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de lo que se hizo” (Jn. 1:1-3).

Por eso, cuando leemos al comienzo de la Biblia estas palabras «En el principio«, realmente, allí podemos ver a nuestro Salvador eterno, el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, “a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo” (He. 1:2).

¡Jesucristo es el Principio! Él es el principio de toda obra de Dios, tanto en Su creación del universo en el Antiguo Testamento como de la nueva creación en el Nuevo Pacto.

Él fue quien comenzó en nosotros la buena obra haciendo resplandecer Su evangelio en nuestros corazones y quien la continúa. Como tal Él tiene también que ser el principio de todo lo que somos y hacemos en nuestras vidas.

¿Es Cristo el principio y origen de todo en tu vida? Todo en nuestra vida tiene que tener como principio a nuestro Señor Jesucristo. Pablo decía: «Para mí el vivir es Cristo» (Fil. 1:21). Cristo era el Principio, la base y el motivo de su vivir. Pero, por desgracia, para nosotros no siempre es así. Muchas veces nuestros deseos, decisiones, motivos y actos tienen su principio en nuestro yo, en nuestra alma, o en diferentes orígenes, sin tener nada que ver con Jesús. Emprendemos mil caminos por nosotros mismos, y al poco tiempo, casi siempre coincidiendo con nuestros fracasos, nos damos cuenta que Él no ha sido ni el origen, ni el principio de esta obra, pensamiento o decisión. Cristo tiene que ser el Principio en nuestro matrimonio, en nuestras relaciones familiares, en el trabajo y en todo lo personal; pero también en la vida de la iglesia, en nuestro trato con los hermanos y hermanas e incluso en las reuniones. ¡Oh, que Cristo sea el Principio en todo! Cuánto necesitamos que Cristo sea el principio de todo en nuestro vivir, tanto en grandes eventos o decisiones como en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Cada día al levantarnos Cristo tiene que ser nuestro nuevo principio, nuestro nuevo día, nuestra nueva mañana. En cada paso que tomamos, cada pensamiento, cada decisión Cristo tiene que ser EL PRINCIPIO.

Necesitamos conocer este aspecto de Cristo y experimentarlo en cada momento.

Pero Él no solo quiere ser nuestro Principio sino también todo lo que sigue: Pablo le dice a los Gálatas que empezaron por el Espíritu… Pero… podían acabar por la carne (Gá. 3:3). Él desea ser el principio y el fin.

El Señor dice en Apocalipsis: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” (Ap. 22:13)

Cristo es Principio y el fin”. Los gálatas tuvieron a Cristo, el Espíritu, como su principio, pero estaban en riesgo de acabar por la carne. A través de la historia vemos cuántas obras comenzaron en el Señor, pero fueron terminadas por el hombre. Cuántos santos tuvieron un buen comienzo con el Señor, pero Él no fue su final.

Nosotros mismos, muchas mañanas nos levantamos fervientes en el espíritu y por la tarde estamos apagados. El Señor tiene que ser nuestro principio y nuestro fin. Él quiere acabar Su obra en nosotros, como Pablo le dice a los Filipenses: «Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará (consumará) hasta el día de Jesucristo!«. No seamos como los gálatas sino como los filipenses. ¡Que el Señor pueda cumplir en nosotros Su voluntad a través de que siempre le demos a Él la preeminencia!

En Apocalipsis 22:13 también dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega”. ¿Es el Señor el Alfa y la Omega de tu vida? Si haces algo, pero no lo haces en Cristo y por medio de Cristo, entonces esa obra no tiene valor alguno. El Señor dice: “Yo soy el Alfa y la Omega”. Él quiere ser todo para nosotros – el ABC, y la XYZ – pero también todas las demás letras de en medio. Debemos aprender a tomar al Señor en todas las cosas a fin de experimentarle en todas Sus riquezas. Pidámosle al Señor: “Señor, quiero experimentarte en todos los aspectos, desde la A hasta la Z; quiero que mi vida se escriba con todas tus letras”.

Cristo es también “el primero y el último”. Él es todo en nuestras vidas y en la vida de la iglesia. Quizás puedas pensar “humildemente” que el Señor es el primero, y que tú eres el último. Pero esto no es lo que nos dice la Palabra. Cristo es el Primero y el último; no somos ni el último, ni el segundo, ni el tercero. Realmente no somos nada. A veces, decimos: el Señor es lo primero en mi vida, después mi familia, etc. Si decimos esto es porque no conocemos ni experimentamos al Cristo que es el Primero y último. No hay un segundo y un tercero, Cristo tiene que ser todo en nosotros.

Que el Señor nos dé gracia para experimentar a Cristo en todas sus riquezas, como el Principio y el fin, el Primero y el Último y como el Alfa y la Omega, que Él sea TODO, que Cristo sature nuestro ser y nuestro vivir tanto personalmente como en la vida de la iglesia para Su gloria.

 

R. Martínez