Las Inescrutables Riquezas de Cristo

Las Inescrutables Riquezas de Cristo

Cuando leo la Biblia siempre quedo impresionado, porque este libro no está escrito de una manera doctrinal y metódica, sino más bien como la historia de la experiencia del pueblo de Dios en su relación con Él. Esto significa que todas las riquezas del Señor son para que Su pueblo las experimente y las viva. Él no quiere que le estudiemos como una teología; por el contrario, quiere que lo tomemos y experimentemos. Es algo vivo, no estático, es una relación viva entre Dios y Su pueblo. Dios desea que le experimentemos. Cuando la Biblia habla, por ejemplo, de la salvación, nunca lo hace de una manera objetiva, sino que se refiere a toda la historia del pueblo de Israel, desde su salida de Egipto hasta su entrada en la buena tierra. Todas las riquezas de Cristo no son un mero conocimiento objetivo, sino para nuestra experiencia, para nuestro vivir, para la voluntad de Dios, para que esta última se cumpla en la tierra.

La iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efesios 1:23). Hace mucho tiempo que conocemos este versículo, pero nuestra experiencia tiene que ser fresca y nueva una vez tras otra, pues el Cuerpo está vivo. A menudo pido en mis oraciones: “Señor, ¿cuándo vamos a alcanzar la plenitud?”. Cuando me miro a mí mismo y a los santos, digo: “Señor, aún nos falta de Tus riquezas, aún necesito mucho de Tu vida”. Cuando el Señor regrese, lo que contará no serán las cosas que hayamos hecho, sino principalmente en quién las hayamos hecho, y cuán llenos estemos con el Señor. Por esto es por lo que tenemos que experimentar más y más al Señor en todos los aspectos.

Asir juntos a Cristo

 Quiero daros otro punto para animaros: en nuestra vida diaria, debemos asir más y más a este Cristo juntos, no en solitario. Para eso necesitamos la iglesia. La Biblia compara las riquezas del Señor con la buena tierra. ¿Os imagináis a Caleb y Josué conquistando la tierra ellos solos? ¿No tenía Caleb un espíritu sobresaliente y no estaba Josué lleno de fe? Sin embargo, no podían conquistar solos la tierra. De la misma manera, no es posible para uno o dos de nosotros – sin importar lo fervientes que seamos – asir por nosotros mismo todas las riquezas de Cristo.

Para abarcar todas estas riquezas de Cristo se precisan todos los santos. Para ello necesitamos la vida de la iglesia. Si en la iglesia, sólo los ancianos y un par de hermanos quieren asir a Cristo, pueden tratar de hacerlo durante cien años, pero no las podrán alcanzar plenamente. Mirad la historia de Israel: Caleb y Josué estaban llenos de fe, consideraban a los gigantes como pan para comer y no tenían miedo. Pero ellos dos solos no podían conquistar la buena tierra. De igual forma, necesitamos a todos los santos. Pero si los santos en la iglesia no tienen el deseo de disfrutar las riquezas de Cristo y sólo quieren ir adelante un par de hermanos, el Señor dirá entonces: “¡Cuarenta años más en el desierto!”. Así que Josué y Caleb tuvieron que vagar en el desierto durante otros cuarenta años, porque el pueblo no estaba preparado para entrar en la buena tierra. Todo el pueblo tenía que entrar porque la tierra es su porción. Las riquezas de Cristo, de igual manera, son vuestra porción, y no tiene valor alguno el que sólo un pastor o cierto apóstol o incluso los ancianos en la iglesia traten de hacer algo ellos solos. Las tenemos que asir juntos. Por eso Pablo oraba en Efesios 3 para que el Padre de gloria fortaleciese nuestro hombre interior para que juntos pudiésemos asir a Cristo. No digáis: “Soy débil”. Sin duda cada uno de nosotros es débil de una manera o de otra, pero el Señor nos da la fe como fortaleza. Mirad el pueblo de Israel: Desde el principio mismo el Señor estaba con ellos. Él los sacó de Egipto e hizo muchas cosas entre ellos. Pero cuando estaban ante las puertas de Canaán no tuvieron la fe necesaria para entrar. En realidad, el poder que necesitaban era tener fe en su Dios. Cuando no tenemos fe parece que existen muchos gigantes en la buena tierra, muchos problemas y dificultades. También hoy hay muchos hermanos que creen que no pueden experimentar las riquezas de Cristo. Pero recordad que las riquezas de Cristo son vuestra herencia. Todos tenemos que asir juntos estas riquezas. Pablo oraba para que el Padre nos diese, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura(Efesios 3:16-18). Todos tenemos un hombre interior con el cual podemos tomar al Señor. Cristo quiere ser tomado y asido por nosotros en todas Sus dimensiones. Sin un cuadro de Cristo, como el de la buena tierra en el Antiguo Testamento, no podríamos comprender cuales son esas dimensiones. Como base para ver y asir las dimensiones del Señor utilizaremos los cinco libros de Moisés, y como estímulo para todos los santos.

Mientras Pablo escribía acerca de las inescrutables riquezas de Cristo, seguramente tenía ante sus ojos la Buena Tierra. Él conocía lo que incluían estas riquezas. También tenía ante su vista el pueblo de Israel, el cual tenía que tomar la buena tierra, una tierra rica llena de leche y miel, tan amplia y ancha, con colinas, valles y montes, llena del agua de vida, con manantiales y ríos, y toda clase de frutas y animales, especialmente aquellos animales útiles para los sacrificios, bueyes y ovejas, una tierra con gran cantidad de flores, como se infiere por la abundancia de miel. ¿Pensáis realmente que Caleb y Josué, dos grandes hombres solos, podrían haberla tomado? ¡Imposible! De igual manera, hoy necesitamos a todos los santos para tomar todas estas riquezas en la iglesia. Espero que antes del regreso del Señor podamos ganar juntos las riquezas de Cristo.

Para asir a Cristo también necesitamos amor. Pablo prosiguió en su oración en Efesios 3:19: “Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. ¿Podéis amar una enseñanza? Pero cuando veamos a este Cristo maravilloso, será muy fácil enamorarse. Hoy, para muchos santos, no es fácil amar al Señor porque no tienen este toque y esta visión viva del Señor. Cuando vemos Sus riquezas en Su Palabra en una forma viva, cuando el Señor abre nuestros ojos interiores y nos alumbra no podemos evitar el enamorarnos de este Cristo maravilloso. Nadie que haya visto realmente a este Cristo puede resistírsele. El Señor es tan atractivo en Sus riquezas. En la iglesia, no podéis forzar a nadie a asir a Cristo, pero si experimentáis a este Cristo y estáis llenos de estas riquezas, entonces los santos, al verlas serán también atraídos. Ellos tendrán también un deseo real de este Cristo, para ganarle de esta manera. El resultado será que la iglesia llegará a ser la plenitud de Aquel que todo lo llena en todos.

Asiendo a Cristo para la edificación de la iglesia

No se trata simplemente de conocimientos y de la verdad en la Biblia, sino más bien de experimentar a Cristo. Puedo testificar que, desde el principio de la vida de la iglesia, disfrutamos realmente a Cristo. Este disfrute permanece en mí por la gracia del Señor. No lo puedo olvidar. Teníamos un deseo muy grande de experimentar a Cristo para la edificación de la iglesia. No se trata de mi disfrute personal de Cristo, sino de que el Cuerpo de Cristo sea edificado mediante nuestra experiencia de las riquezas de Cristo. Él tiene que ser expresado para que como dice Pablo en Efesios 3:21, la gloria sea para Él.

También tenemos que orar a diario, como Pablo hizo: “Padre, danos un espíritu de sabiduría y revelación”. Si os falta entendimiento, arrodillaos ante el Padre y orar como lo hizo Pablo: “Dame un espíritu de sabiduría y revelación, alumbra los ojos de mi corazón”. ¿Pensáis que el Señor no os oirá? Él os dará, ciertamente, este espíritu. Un versículo que siempre me estimula, y que siempre oro es: “Agradó a Dios… revelar a Su Hijo en mí”. (Gálatas 1: 15-16) El Padre no tiene mayor gozo que revelar en nosotros todas las riquezas de Su Hijo. Él no tiene nada mejor que ofrecernos. El Padre no tiene nada más hermoso que darnos o revelarnos, ni en la vida de la iglesia, ni en la nuestra propia. Por eso, en esta conferencia confío en que el Padre nos revelará las riquezas de Su Hijo. Creámoslo y oremos: “Padre, otórganos esa revelación”.

Todas las Santas Escrituras revelan las inescrutables riquezas de Cristo

Lucas 24:27 y 44 dicen: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”. “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. Esto quiere decir que todas las Escrituras hablan de las riquezas del Señor. Si queremos asir las riquezas de Cristo, tenemos que aprender a captar todos los detalles de las mismas. Cuando estáis aprendiendo un oficio, negocio, o profesión, tenéis que hacerlo hasta el detalle más fino. ¿Por qué no hacéis lo mismo con el Señor? De esta misma manera tenemos que aprender a experimentar a este Cristo maravilloso. Es por esto que toda la Escritura fue escrita para nosotros, para que podamos experimentar ricamente a esta maravillosa Persona. Por medio de la descripción detallada del Señor ante nuestros ojos, se efectúa en nosotros un deseo creciente de experimentar todos estos aspectos. Es por eso que la Biblia nos describe a este Cristo en conexión con la experiencia del pueblo de Dios: ¡En cuantos de sus problemas y dificultades se les apareció el Señor a ellos! Estas cosas están escritas no sólo para que las conozcamos, sino para que lleguemos a experimentarlas progresivamente. El Espíritu nos introducirá en toda la realidad. Pero si no conocemos la verdad, es difícil para el Espíritu introducirnos en ella. Si conocemos y vemos la verdad en la Palabra de Dios, tendremos deseos de experimentar a este Cristo en todas las formas posibles. Es por eso que el Señor halló necesario mostrar a Sus discípulos en el camino de Emaús todo lo que acerca de Él estaba escrito en el Antiguo Testamento: en la Ley, los Profetas y los Salmos (Lucas 24:27) Muchas de las riquezas que están escritas en los Salmos, los Profetas y también en el Nuevo Testamento se encuentran en los cinco libros de Moisés (el Pentateuco).

El evangelio del Nuevo Testamento – Las inescrutables riquezas de Cristo

 Colosenses describe a Cristo como el misterio de Dios, en quien se esconden todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Col. 2:2-3). Si queréis conocer a Dios, tenéis que conocer a Cristo, quien es el misterio de Dios. Tenemos que desenterrar estas riquezas que hay en Cristo.

Más aún, Cristo es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15). De igual manera debemos conocer y experimentar lo que esto significa. ¿Habéis experimentado a Cristo como la imagen del Dios invisible? Quizás podréis decir que este versículo no tiene nada que ver con vosotros, porque sólo habla acerca de Cristo. Pero, ¿acaso no fuisteis creados a la imagen del Dios invisible? Si no experimentáis a Cristo en vuestra vida diaria, nunca podréis expresar esta imagen. Así que Cristo como la imagen del Dios invisible tiene mucho que ver con todos nosotros. También tenemos que asir al Señor en este aspecto.

Colosenses 1:15 dice también que Cristo es el Primogénito de toda la creación. Siendo nosotros parte de esa creación de Dios, este versículo está aquí para nosotros. Cristo es el Primogénito de toda la creación porque todas las cosas en el cielo y en la tierra fueron creadas en Él; por Él y para Él fueron creadas todas las cosas, y Él es antes de todas las cosas, y todas ellas en Él subsisten (vv. 15-17). Debemos ver lo que esto significa y lo que tiene que ver con nosotros. La Escritura dice que todas las cosas se sostienen en Cristo. Tenemos que agradecerle el estar sentados hoy aquí. Si Él nos abandonase sería el fin de todo.

No sólo es el Primogénito de toda la creación, también es el Primogénito de entre los muertos (Col.1:18). La iglesia, Su Cuerpo, llegó a la existencia por medio de Su resurrección. Él es por ello la Cabeza del Cuerpo y el todo en la iglesia.

Colosenses 2:10 nos revela a Cristo como la Cabeza de todos los poderes y principados, la Cabeza de todos los ángeles. Él es el primero en todo: en la creación, en la iglesia y en el ámbito celestial. ¡Oh, cuán rico es Él!

Más aún, Cristo es la sustancia, el cuerpo y la realidad de todas las leyes y ordenanzas (Col. 2:16-17). La plenitud total de todo el universo mora en este Cristo (Col. 1:19). ¿Os podéis imaginar esto? Tenemos que asir a este Cristo juntos. Es una gran pérdida si no dedicamos tiempo para asirle. ¿Cuánto esfuerzo realizáis para ganar dos euros, dos francos suizos o cualquier otra cantidad de dinero, que realmente no valen nada? Todos nos damos mucho para ganar múltiples cosas: casas, automóviles y muchas otras cosas, y estas no son las riquezas verdaderas. Pero no nos esforzamos en asir a este Cristo maravilloso. Esto es completamente irrazonable. Todos tenemos que volver nuestras mentes al Señor y decirle: “Señor, no quiero perder el tiempo, quiero utilizar el resto de mi vida para asirte para la edificación de la iglesia”.

Los creyentes persiguen a Cristo

 Pablo en Filipenses es un maravilloso ejemplo de alguien que tuvo una actitud muy sabia. Después de haber visto las riquezas de Cristo, contó todas las cosas como basura (Fil. 3:8). ¡Esto no es tan sencillo! Nunca podréis contar algo como basura si no habéis encontrado algo mejor. Es imposible enseñar a alguien a contar todo como basura por la excelencia del conocimiento de Cristo. Pero cuando Pablo vio a este Cristo, las cosas que eran para él ganancia: todo el judaísmo, toda su vida, lo que quería conseguir, lo que quería alcanzar, todo su mundo, se convirtió en basura. Esto fue posible porque había visto a este Cristo. Hoy no podemos forzar a nadie para que deje todo por amor a Cristo. Es posible que abandonéis algo durante un par de meses, pero, al tercer mes, volveréis a recogerlo todo e incluso cogeréis más cosas. Pero si hemos asido y gustado a este Cristo, seremos como Pablo, contando todo como pérdida y basura para ganar a Cristo.

Pablo no sólo contaba todo como pérdida, también quería experimentar y ganar las riquezas de Cristo, magnificarle, y ser hallado en Él. Quería vivir a Cristo. Esto significa que las riquezas de Cristo no son solamente algo objetivo para aprenderlo, sino, al igual que Pablo, para experimentarlo, vivirlo y magnificarlo en nuestros cuerpos, y ser hallados siempre en Él.

Nuestra actitud hacia Cristo en todas Sus riquezas, debería ser, al igual que la de Pablo, la de no ser ni complacientes ni la de abandonar. Por eso él dijo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado” (Fil. 3:13), mostrando de esta manera que aún no estaba satisfecho. Él no iba a abandonar la carrera hasta haber alcanzado todas las riquezas de Cristo. Estaba dispuesto a olvidar todo lo que queda atrás. Nosotros también necesitamos esta actitud, tenemos que olvidar las experiencias buenas y malas. Todos en la iglesia cometemos errores – olvidémonos de lo que queda atrás. Precisamos esta actitud para ganar todas las riquezas del Señor.

La meta maravillosa de ganar las riquezas de Cristo – La edificación de la iglesia

 Las riquezas de Cristo no son un fin en sí mismas, sino que tienen una meta maravillosa: la edificación de la iglesia.

 

J. So

Extracto de la conferencia de Primavera 1998 – Las inescrutables riquezas de Cristo en el Pentateuco I (Mensaje 1)